OLP (Onda Letrina Productions LTD) 2.016 (de momento). Año XXVIII. Publicación mística. Prensa laxante. Consulte a su farmacéutico.
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miércoles, 26 de agosto de 2015

EL CONSUMISMO DEL EGO

Todo comenzó en los 80, cuando un avezado empresario de hostelería incluyó en su carta de platos combinados la posibilidad de que el cliente crease su propio plato combinado eligiendo los ingredientes que le pareciesen oportunos. A pesar de que no había precedentes, la idea fue un éxito rotundo y en vista de la demanda de ese producto, el avispado empresario decidió cobrar mucho más por ese plato que por los demás. No importó, pues el subidón de ego que producía en los clientes al sentirse originales y dueños de una idea que suponían brillante, bien merecía el precio desorbitado pagado por la comida. Y el empresario se forró a costa de los sibaritas clientes que pagaban un riñón y además aportaban ideas que el empresario iba incorporando a su carta, sin que tuviera que devanarse los sesos para elaborar una carta original. De esa época surgieron platos míticos como las judías con chorizo o el chuletón con guarnición. Y todo gracias al ego....

Chapuzas sí, pero..... ¿Y el subidón de ego que suponen?
Pero como todo, con el tiempo, la cosa fue degenerando y buscando la originalidad, la clientela llegó a elaborar curiosos pestiños que resulta difícil creer que alguien pudiera meterlos en la boca. Así, en esta época de declive surgieron la carbonara de spaguetti con calamares y foie grass, la fideuá de grelos de Monfero, la morcilla en salsa verde, la fondue de fabada asturiana, los callos con sardinas asadas, las obleas en vinagre con huevos de codorniz, etc.


Luego la idea fue importada por Pans and Company para elaborar bocadillos personalizdos, cuando menos «originales». Ahí encontramos el bocata de sardinillas en conserva con nocilla o el de anchoas con tripas de cerdo, o el de chorizo a la vinagreta con lentejas, etc, etc... Pero, como siempre, el precio de estos bocatas personalizados era muchísimo más elevado que el de los que se ofrecía en carta. «Es el precio de ser original», pensaban los clientes mientras pagaban religiosamente, satisfechos de sus brillantes ideas.




A continuación fueron las mutlinacionales de la pizza a domicilio las que permitieron que sus clientes se gastasen auténticos pastizales en elaborar trasladar sus originales ideas culinarias a las pizzas, así surgieron la pizza de gominolas y cereales, la pizza de frutos secos: cacahuetes, nueces y avellanas. la pizza de mortadela ibérica sin gluten para celíacos, etc. etc. Pero el importe seguía siendo 5 estrellas porque al cliente no le importaba pagar para recrearse en sus creaciones. «Ser original» tiene su precio, se convencían.



Luego vino el momento del diseño de camisetas. Que aunque costaran un huevo y la yema del otro, molaba un mazo vestirte con tus propios diseños.... aunque la mayoría de las veces fuesen un truño que su creador consideraba original.... Rótulos subversivos como «soy ginecólogo aficionado ¿te echo un vistazo?»  o fotos soeces como tetas, culos y coños peludos e irreverentes como la cara de una moneda de Franco, la autopsia de Kennedy  o Benedicto XVI bailando break dance, demostraban el mal gusto imperante, pero no la originalidad que les enaltecía su ego.


Paralelamente a estos últimos acontecimientos, cuando se produjo el boom de la informática, irrumpieron en el mercado del ocio los juegos de ordenador que, siempre entre los más caros, también incluían la la posibilidad de creación de pantallas por el propio usuario. Se vendían como rosquillas porque el ego crecía proporcionalmente al número de cifras que tuviese el precio.... ¡Que satisfacción producía en la gente! . Algunos que tenían dificultades serias para hacer la O con un canuto, creaban de carrerilla cientos de miles de pantallas para el juego de moda...



Pero la cúspide de la gilipollez consumista del ego no se alcanzó hasta que la originalidad hizo que nuestras casas se convirtieran en repúblicas independientes, que fue cuando nos hicimos los suecos, es decir, cuando IKEA asentó sus reales en España. Ahí, si que la gente realizó sus sueños más íntimos en la creación y diseño de sus propios hogares. Con IKEA  los egos alcanzaron cotas inimaginables, porque empiezas a mirar el catálogo y a acoplar módulos y cachivaches y, aunque al final te dejas un pastón, el ego propio alcanza la estratosfera. Y eso que un carpintero te podría hacer lo mismo, a medida, por la mitad de precio, en mejor material y mientras tu descansas o haces otra cosa, peeeeroooo....  ¡no es lo mismo! ¡el ego no crece! y si no crece el ego...... ¿que le va a crecer a alguno?. Pero hay que reconocer que es lógico que suba el ego con IKEA, entre lo complicado que es pronunciar los nombres de los artículos, encontrarlos en el laberinto de sus tiendas, las enrevesadas instrucciones y las horas que le dedicas.... ¡tiene que crecer! ¡a cojones!






El negocio del ego ha crecido tanto estos últimos años que hoy en día ya se pueden comprar cosas tan impensables hace pocos años como kits para fabricación de cerveza propia o para el montaje de un helicóptero monoplaza.




Ante este panorama, los cazatendencias (coolhunters) han detectado ya que muchos empresarios se han lanzado a este mercado con nuevos productos e ideas que prometen al consumidor un crecimiento exponencial de su ego, sobre todo en España, debido al componente de ilegalidad que conllevan. Veamos.

Ya se ha implantado en una extensa finca de frutales de Lleida, una empresa que permite a sus clientes robar la fruta. Previo pago de una entrada de 200 euros, permiten que el cliente pueda robar toda la fruta que sea capaz de cargar, sin la ayuda de ningún elemento de transporte, tan solo con la ayuda de sus manos y las bolsas llenas que sea capaz de transportar. Para darle más realismo y al mismo tiempo producir más descarga de adrenalina (y por lo tanto más aumento del ego), un empleado de la empresa patrulla con un rifle de aire comprimido para espantar a los falsos ladrones. Como se puede observar el robo de la fruta sale por un pico y al mismo tiempo te juegas las posaderas, pero a cambio, el fruto de la ilegalidad cometida produce un incremento de ego descomunal.


Otro negocio que se están proponiendo las grandes cadenas de hipermercados es permitir que los clientes «sisen» pequeños productos a cambio de cuotas de abono a tales servicios. El servicio funcionaría con artículos que se sustraen y ocultan con facilidad y que son los que encabezan el ránking en las estadísticas de hurtos: perfumes, licores, CD, DVD, pequeños electrodomésticos, etc. El precio de las cuotas de abono varíaría en función de la sección del hiper/super de la que el cliente muestre sus preferencias para sisar en el formulario de suscripción. A cambio de dicha cuota de abono, los seguratas y personal del hiper/súper, harían la vista gorda, el himpermercado disminuiría sus pérdidas por hurtos y el cliente obtendría la satisfacción de la obtención ilícita, que alimenta muchísimo más el ego.

Las compañías proveedores de internet, también se han lanzado al mercado del ego. A sus abonados les ofrecen la posibilidad de contratar un servicio adicional y complementario consistente en poder robar la señal wi-fi del vecino. A pesar del coste excesivo del servicio, y aunque no sirvan para nada, pues el cliente ya tiene acceso a internet, garantizan plena satisfacción y subidones imponentes de ego.


Paralelamente, las compañías de televisión de pago, lanzan paquetes en los que sus servicios de pago se pueden obtener de la forma habitual y legal, pero también de forma pirata. Estos paquetes «2 en 1» son, evidentemente, mucho más caros. El precio del incremento del ego, va incluido.

Pero lo máximo son los videoclubs de descargas ilegales, que por un precio bastante más elevado que el que tiene el alquiler normal de una película en DVD o Blu-ray te facilitan un pendrive con el software necesario para descargar ilegalmente y únicamente esa misma película. El incremento de precio obedece, evidentemente, al incremento del ego que produce en quien comete tal delito.

En la misma línea, por un no tan módico precio, las compañías eléctricas facilitan a sus clientes la contratación de un paquete que incluye, entre otros servicios, la posibilidad de robarle la electricidad al vecino y, por consiguiente, el respectivo subidón de ego y amor propio.

Gestorías que garantizan el fraude en presentación de impuestos o para obtener pensiones y subsidios, y que si no lo realizan, devuelven el importe del servicio y centros de enseñanza especializados en gestión del dinero negro, con cursos así publicitados o de iniciación al fraude, son otras iniciativas exitosas para proporcionar subidones de ego y amor propio a sus clientes.

Es evidente que el mercado del ego proporciona pingües beneficios a quienes han sabido ver en él una fuente infinita de negocio, superándose cada día ofreciendo «el subidón más difícil todavía». El principal indicio de que este mercado es el futuro, está en las ventas de libros de autoayuda o de actividades «para torpes» que hacen que el común de los mortales crea que puede realizar tal o cual actividad, sin darle mayor importancia al talento que se posea para esas actividades. Ahí radica el éixto de esta rama de la economía: hacer creer que sí se puede.... ¿De qué me suena esto?

© FUNES 2015


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