La inteligencia, como la conocemos desde hace siglos, tiene los días contados, su extinción se avecina a pasos agigantados. Cada vez son más los individuos de esta nueva especie que se caracteriza por expresiones que denotan una comodidad suprema y una ausencia de chispa dignos del cerebro de la más pobre de las amebas o de los parásitos. Algunos estudios científicos, afirman que esta nueva especie, viene de serie con unos cuantos millones de neuronas menos.
Siempre se nos ha vendido que en el hombre radica la inteligencia superior de todas las especies, pero hoy en día, con el florecimiento del «homo gilipoyensis», esta afirmación hay que ponerla en duda, o por lo menos revisarla. Yo diría, sin miedo a equivocarme, que ahora, la inteligencia superior queda ubicada, como su nombre acertadamente indica, en los teléfonos inteligentes, y que el «homo gilipoyensis» no deja de ser un periférico más a disposición de la inteligencia del smartphone de turno.
Y lo cierto es que estos «homo gilipoyensis» son el fruto que hasta un imbécil de recapirote podría esperar como fruto de las nuevas tecnologías o también llamadas «de la información» que no consiguen del «homo gilipoyensis» más que el efecto contrario: estar perennemente desinformados, puesto que, según una de sus cantinelas preferidas y que repiten hasta la saciedad, «si no está en google, no existe». Lo curioso del caso es que estos individuos hace tres décadas, cuando las tecnologías de la información se pusieron al alcance de cualquier mortal de coeficiente intelectual medio, ellos afirmaban sin rubor «que eso de los ordenadores es para frikis». Pero hoy en día, si pierden su teléfono móvil, afirman «estar desnudos y desamparados frente al mundo»
¿En que me baso para afirmar la existencia del «homo gilipoyensis»?. Muy sencillo: en los 80, antes de que irrumpieran en nuestra vida esos dispositivos por los que babeamos en los escaparates (los móviles inteligentes) cualquier ser humano por lerdo o gilipoyas que fuese o por poca formación que tuviese era capaz de retener en su memoria (cerebral, no USB) una cantidad importante de datos: direcciones, citas, números de teléfonos, matrículas de coches, números de DNI, números de seguridad social, etc. Ahora, en la década de la información, como a muchos le gusta llamarle a nuestros días, que levante la mano quien es capaz de recordar cuatro números de teléfono. Yo solo recuerdo los que sabía en aquellos lejanos 80. El retroceso mental queda patente. Por cierto, la abundancia de individuos de esta especie es preocupante. No hay más que darse una vuelta por una tienda de móviles y fijarse en sus interminables colas y las conversaciones que mantienen los individuos de esta especie con los dependientes: ¿Pero es 3G o 4G?..... ¿Que más te da si el punto G ni siquiera les preocupa a las mujeres?. Muchas de esta especie creen que son los puntos para cambiar de móvil.
El «homo gilipoyensis» no necesita ni saber ni recordar nada, para eso está el móvil, google y la wikipedia. De hecho el mejor amigo del «homo gilipoyensis» no es el perro, como fue toda la puta vida, el mejor amigo es el smartphone Con estas premisas, un individuo de esta especie se cree que sabe de todo y todo es accesible a él en un par de segundos, se cree que no hay nada que se le resista. No escuchan a nadie, pues no tienen necesidad de ello, ya que todo está a su alcance y en pocos segundos.Así, la consecuencia es que el homo gilipoyensis tiene muy elevado el ego y tiene una alta concepción de si mismo, hasta que un día se ve sin conexión de banda ancha de internet y entonces recurre al vecino que siempre fue muy listo e inteligente pero gilipoyas y me hará lo que yo no soy capaz de hacer sin tener «la inteligencia de bolsillo» disponible.
Consecuencia de todo ello es el aspecto del «homo gilipoyensis». Son tipos escurridizos, difíciles de quedar con ellos a charlar o a tomar una caña, porque ellos eso lo hacen a través de las redes sociales, que es más moderno. Piensan ellos, con su ego crecido, que lo de ir a tomar los vinos con un colega es de pobres, de marginados socialmente que no pueden acceder a las nuevas tecnologías.... ¡Ni que fueran tan caras!.
Si les pides una definición de si mismos, se tienen por mucha cosa, por gurús o ideólogos, careciendo absolutamente de humildad y no pocas veces se convierten en empresarios de supuesto éxito, para ellos mismos, claro. Y tiene su lógica, hace unos años no sabían hacer la O con un canuto ni con ayuda de compás. Las nuevas tecnologías les han puesto herramientas impensables para convertirse en triunfadores en su fuero interno, nunca se dan cuenta de que lo fácil para ellos también es fácil para los demás. Tienen su blog, donde el vulgo, el populacho los lee a ellos, creyéndose así gurús del conocimiento. Eso sí, es fundamental que el blog tenga corrector ortográfico propio, si no, la liamos. Por eso nunca acceden a sistemas de blogs en otros idiomas, ¡eso es para perdedores!.
Físicamente han de brillar, relucir, es decir, su «envoltorio» es inversamente proporcional al vacío que guardan dentro, sus gustos y aficiones han de ir orientados hacia lo que socialmente es aceptado como propio de un triunfador, aunque esos gustos y aficiones no les llenen en absoluto. Han de ir equipados «full-equip» con las últimas novedades en móviles y tecnologías de información incluso para su flamante BMW (ahora tener un mercedes es decadente), escuchar y tararear la música de moda, vestir a la última, y sobre todo, estar al día en la información (que salga en google o similares). ¡Ah!, se me olvidaba, su forma de hablar debe contener muchos acrónimos o siglas derivadas de su puesta a punto en nuevas tecnologías o «tecnologías de apirolamiento». Su máxima es: «cuanto menos me entiendan al hablar, más erudito me creo».
En cuanto a sus habilidades, además de que no saben hacer absolutamente nada, bueno, corrijo, saben molestar para que le hagan lo que ellos no saben hacer, está el dominio absoluto de las redes sociales, donde publican todos sus acontecimientos puesto que al considerarse gurús o ideólogos piensan que hay mucha gente pendiente de lo que les sucede. Si veis a alguién publicando en twitter o face (prefieren twitter que es mas chic) que le sale una espinilla a su perro, sin duda se trata de un «homo gilipoyensis» en acción. En las actividades del día a día, internamente no tienen problema por no saber hacer nada por si mismos, ya que si necesitasen algo, enseguida lo consiguen (piensan ellos). Una vez hablé con uno que me decía «¿que problema hay en no saber freír un huevo si hay un tutorial en youtube que te enseña como hacerlo?». Otro me preguntaba «¿sabes de donde bajarte el pdf de las instrucciones del papel higiénico scotex?». Todo lleno de razón afirmaba que «en la web de scotex no ponían ningún enlace». Otro individuo henchía el pecho al insinuar que «éramos un poco pardillos con lo del contagio del ébola que seguro que McAfee o Panda ya tenían el antivirus», «es más, continuaba, estoy seguro que detrás del ébola está alguna compañía de antivirus». Otro individuo de esta especie «doctorado» en la universidad de la ingenuidad me preguntaba todo nervioso: «¿donde se pueden descargar los mapas del GPS para ir a tomar por culo?» «¿Y donde se puede descargar el último disco de freno?» Otro «avispado» tenía dudas de si se podía hacer la mili telemáticamente. Y otro que ya veía negocio, preguntaba como estaban las recalificaciones del suelo en el ciber-espacio. También otro afirmaba que existía una app que permitía hacerse un selfie de espaldas... si, claro, un espejo. Pero el más gracioso sin duda fue el que me preguntó de que web se podía actualizar el firmware de un boli bic de 4 colores para que también escribiese en blanco. Decía que lo necesitaba para poder detectar el dinero negro, por lo que pudo leer en google, en el dinero negro solo se puede escribir con boli blanco.
Su máxima aspiración es el llamado «botón rojo», eso sería la panacea. Un botón en el móvil para hacer exactamente y sin explicaciones lo que tienen en mente. Por ejemplo, un documento que tenemos en papel, hay que mandarselo por e-mail a un grupo de contactos que no tenemos todavía agrupadas. La función del botón rojo en este caso sería que el móvil inteligente hiciese todo el trabajo agotador para el individuo de esta especie. No se dan cuenta de que una vez que existiese ese botón rojo dejarían de ser «los más mejores» y todos seríamos iguales. Eso sin contar con lo que pasa por la mente de algunos, que por la de los de esta especie no pasan más que amebas y protozoos pero hay con mentes corrosivas por ahí sueltos. ¿Quien dijo que con la humanidad no iba acabar un botón rojo?
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