Como es bien conocido por todos, además de para nombrar ese «punto del Gozo» que tienen ellas en su «pozo» (ese mismo punto que los hombres buscamos en el Gintonic), la letra G y sus múltiplos (?), se utiliza para medir la velocidad con la que los gilipollas suben sus gilipolleces a la red.
Monte del Gozo |
Desde que en 1983 apareciesen los primeros síntomas de gilipollez suprema en los primeros hombres G de la historia, aquellos que se retorcían entre polvos pica-pica, mucho ha evolucionado la tecnología y, en para-lelo con ella, la gilipollez humana, hasta alcanzar la cota 4G de nuestros días. Significa esto que en poco más de 30 años, la gilipollez humana se ha cuadruplicado. Desde luego mucho más preocupante y rápido que la evolución del cambio climático. Ya hemos analizado en otros artículos las consecuencias de este atontamiento generalizado y progresivo (ver artículos sobre apijotamiento mental aparejado a las nuevas tecnologías, apijotamiento del lenguaje y apijotamiento alimenticio), pero ahora vamos a tratar de analizar las causas y evolución de este trastorno gilipollas de la conducta
Hombres G (época 1G) |
En aquellos lejanos y añorados ochenta, la tecnología 1G existente solo permitía «subir» eructos, pedorretas o llamadas telefónicas Gamberras y/o Guarras (y caras) a una cinta de radiocasette. Luego lo escuchabas en grupo para partirte el eje de risa. Así eran las redes sociales de esa tecnología 1G. Y la gilipollez o gamberrada máxima asociada a esa tecnología no iba más allá de pulsar todos los timbres del portal automático de un bloque de 100 viviendas a las tres de la madrugada. Lo difícil era luego «subirlo» a la red de los colegas no presentes en el acto y que te creyeran o creyesen.
Tardamos más de 10 años en alcanzar el 2G, que sucedió más o menos en 1996, luego de idiotizarnos en el ambiente colorido y tontolino de Windows 95 y sus archifamosas pantallas azules... Nos convertimos en los ases del reseteo.
Pantalla clásica de Windows 95 (época 2G) |
Cuando nos conectaron a Internet vía «cutremodem» de velocidades absurdas (y caras en España) de 64 Kbps, muchos vieron el «cielo abierto» de par en par para contarnos sus chuminadas y gilipolleces escritas en webs «cutresamazo» con tochos de textos a colores. Alguno, más «inspirado» y con el bolsillo más amplio, se atrevía a incluir fotos de 256 colores o directamente en blanco y negro obtenidas de los primeros (y caros) scanners en las que más que ver se adivinaba. Debido a las bajas velocidades del 2G, esta fue la época de oro del CD-Rom... Los de contenido guarro se vendían como rosquillas... El sueño de muchos gilis: ¡La cantidad astronómica de 700 Mb llenos de señoras de buen ver y mejor imaginar! ¡Que tiempos aquellos!... en los que mirando páginas guarras no te saltaban cien mil pop-ups que te impedían ver aquellas maravillas de la naturaleza que hasta ese momento solo estaban al alcance de bolsillos privilegiados que pudiesen pagar el elevado precio de las revistas guarras. Tiempos de thumnails y de esperas nerviosas a que cargase la foto y no te dejase sin verle el chichi a la guarra de turno.... Tiempos de diskettes llenos, de virus y dialers a números 906 a porrillo, pero con todo ese repertorio solo lográbamos alcanzar el 2G de la gilipollez.
Primeras webs (época 2G) |
Al final de la época 2G llegaron las tarifas planas y caras, aunque solo en horarios intempestivos más adecuados para visionar guarrerías que para hacer un trámite electrónico. También nos llegó el lote de heces podridas que Microsoft bautizó como Windows Millenium, la última mierda que cagó Bill Gates. En ese momento, las paridas ya se subían en fotos de 16 millones de colores. Los más pudientes ya subían vídeos, aunque desde cámaras. Fue el momento en el que nació Youtube y con él, el «homo gilipollensis». Es la época del 3G
Escatología pura: Windows Me (época 2G) |
El 4G aparece con el boom de Youtube y las redes sociales. De poco vale que subas una gilipollez si no puedes lucirte ante nadie. De ahí la importancia del facebook y el twitter (principalmente). Cualquier mentecado puede subir una gilipollez en vídeo y mostrarlo a sus amigos con un simple enlace en su red social. Unos segundos de gloria antes sus amigos para alimentar su ego, aunque sea una cafrada que ponga en peligro su propia vida. Da igual, lo importante es el minuto de gloria. Es en esta época cuando surgen gilipolleces como el balconing, agresiones gratuitas, caídas absurdas, gran hermano, sálvame de lux, o la conducción temeraria en sus distintas variedades (excesos exponenciales de veleocidad, conduccción suicida en sentido contrario, conducción bajo los efectos de las drogas, etc). Como consecuencia de todo este «afán de protagonismo» el gilipollas en potencia necesita un accesorio que le permita grabar y subir «in situ» y rápidamente la cafrada para obtener cuanto antes su «terroncillo de azúcar», su liberación de endorfinas, en forma de minuto de gloria. Y para ello, nada mejor que dotar a cada «homo gilipollensis» de una pareja, que será la encargada de realizar estos trabajos y, al mismo tiempo, conseguir que en cada pareja en la que va un gilipollas, haya uno, por lo menos, que lleve la inteligencia de serie: el teléfono inteligente, que se convierte en el icono de esta época 4G. Y cuanto más caro sea y más prestaciones tenga, más gilipollas será su pareja.
Me pregunto en que consistirá la época 5G. Supongo que pronto lo sabremos. Quizás tengamos suerte y el planeta nos extinga antes del reino de tamaña gilipollez
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