OLP (Onda Letrina Productions LTD) 2.016 (de momento). Año XXVIII. Publicación mística. Prensa laxante. Consulte a su farmacéutico.
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sábado, 25 de octubre de 2014

¡¡¡JAÑOWEEN!!!

La era que nos ha tocado vivir, pasará a la historia como la del imperialismo americano. Al igual que otros imperios anteriores, que impusieron su «modo de vida» en todo el orbe conocido por entonces, también los «yankies» lo han impuesto desde el siglo XIX. Solo hay una diferencia con los anteriores imperios: romanos, griegos, españoles, egipcios, etc. impusieron su ley a base de palos. Los americanos son más civilizados, más diplomáticos porque plantean a los pueblos «sometidos» dos «ofertas»: a) o tragas su modo de vida por las buenas o b) te invaden con su poderoso ejercito mandado por marines descerebrados al mando de los «juguetes» bélicos más mortíferos capaces de exterminar siete veces la vida sobre la faz de la tierra. Claro que si tu país no posee algo que ellos quieran o con lo que puedan hacer negocio, léase petróleo, gas, situación estratégica, etc, etc,, en ese caso les da exactamente igual, lo van a dejar tranquilo, no les interesa que formes parte de su imperio.

En el presente artículo vamos a estudiar la oferta a), la invasión por las buenas.

Todo comenzó con el cine. Hay que recordar que a pesar de que los hermanos franceses Lumière fueron los padres del invento, los americanos enseguida vieron el potencial que tenía el séptimo arte para entrar y cambiar sigilosamente las cabezas de los ciudadanos de cualquier parte del mundo. Bueno, todas menos las de la abuela de la fabada litoral y la de mi suegra. Pues bien, a través del cine nos «enchufaron en vena» toda la historia americana que no va más allá de 300 años pero que hoy en día cualquier chiquillo de cualquier lugar del mundo sabe mejor que la de su localidad natal. Un niño gallego conoce mejor al Genral Custer que a Castelao o a Murguía. Conoce mejor los entresijos de la batalla de El Álamo que los de la de Elviña y eso que su tatara-abuelo participó en ella. Y todo porque no participaron los americanos y por lo tanto no hay película. Y ¡menos mal que solo tienen 300 años de historia! porque no quiero ni pensar cuan machacón sería el cine si tuviesen una historia milenaria como los chinos. ¡Anda que no nos queda nada como empiecen los mandarines a producir cine!. Algo parecido a lo que ocurre ahora en España, que tenemos sobredosis de cine de la guerra civil.

A través del cine americano, nos enteramos de quien fueron los buenos en la II guerra mundial, de que sin su participación sería imposible haber vencido a Hitler (según ellos poco o nada tuvo que ver el «general» ruso Invierno). En sus películas, casi nunca mencionan que si Hitler llegó a donde llegó, fue por la pasividad americana, eso no interesa. También nos enteramos de que los humanos somos todos americanos, puesto que llegamos a la luna portando su bandera, en nombre de toda la humanidad (menos los comunistas, claro, que tampoco tuvieron ningún papel importante en la carrera espacial). Tampoco fue manco el truco de inventar a Superman, Spiderman, Batman y otros «manes» super-héroes, que eran, evidentemente, amerícanos.... ¿Os imaginais que Superman fuese soviético? ¿un puto rojo? Menos mal que en España tuvimos a Madelman, Geyperman, Mortadelo y Filemón, Anacleto, Manolito Gafotas y Torrente. Pero como a estos héroes patrios la película se les hizo tarde, mal, arrastro, sin efectos especiales y en español, no tienen nada que hacer frente a los «manes» americanos. Los nuestros suenan a coña marinera, a héroes de barrio tipo Alfredo Landa o Santiago Segura. Donde esté un Kojak, Superman (antes de ir a dos ruedas) o un Remington Steele que se quiten las españoladas.

Así, a través de este cine nos llegaron la coca-cola,el winston de contrabando (el oficial costaba un huevo) y los frikis. Si, los frikis llegaron a España gracias a la trilogía de Star Wars, a finales de los setenta y principios de los ochenta, que entonces se llamaba La Guerra de las Galaxias, así como suena, en español, más campechano. Ahora lo quieren sofisticar más llamándole Star Wars, porque los frikis ya han cogido solera y ahora son un producto de marca. Les ha pasado algo así como a Zara, que comenzó siendo de ropa «peleona» de batalla y ahora es casi moda exclusiva, o por lo menos se paga como tal. Recuerdo salir de Zara de comprarme un jersey y en el camino de vuelta a casa tropezarme con dos señores con un jersey idéntico al mío, ¡incluso el color!


Otro hito importante fueron las series americanas que nos enchufaron en los 70, 80 hasta nuestros días. En los 70 todos sabíamos un huevo de doma de caballos y vida en los ranchos gracias a Bonanza. En los 80 aprendimos mucho de cabernet sauvignon y vinos gracias a las maldades de Angela Channing en Falcon Crest, y eso que los americanos saben más bien muy poco de vinos. También aprendimos mucho del petroleo de Texas gracias a la familia Ewing de Dallas. Y así seguimos hoy en día: aprendiendo....


Hemos aprendido tanto que le hemos dado la vuelta al marcador y nos hemos vuelto gilipoyas, y todo por imitar lo que nos «enchufaron» por la caja tonta.

¿Que hemos conseguido?. Pues eso, hacernos jañanes gilipoyas. Imitar, imitar e imitar. Ejemplos: a mazo. Desde nuestra forma de hablar, que utilizamos el ¿vale? igual que ellos el ok?, hasta nuestra forma de vestir, que vestimos en vaqueros cuando aquí, en Galicia los que cuidaban las vacas llevaban unas vestimentas que no querríamos ni siquiera probar. Lo que no se nos pega es el inglés. Ahí pincharon en hueso. Con sudamérica lo tienen más fácil, ¿verdad, brother?.

Hemos imitado su consumismo, sus paseos y citas por centros comerciales en lugar de los clásicos, sanos y tradicionales paseos y citas en los parques, jardines y calles céntricas de nuestras ciudades, el stress de los hipermercados donde compras tonterías que no necesitas, comer auténtica mierda, como la que comen ellos (mcdonalds, hamburguesas, bollos ultra colesterólicos, pizzas prefabricadas con sabe dios que) y dejar de comer nuestra empanada, tortilla, bocata de mortadela ibérica, bocata de chorizo tan español, pasamos a comer palomitas en el cine como ellos nos hacían ver a través de las películas, beber cerveza y abandonar el buen vino europeo, los coches ranchera primero invadieron la ciudad, ahora lo hacen los todoterrenos... ¡No me jodas! ¡si hasta desayunamos cereales! o.... ¡huevos con bacon! ¡Con el sueño que hace por la mañana!, ¡ponerse a cocinar! ¡Joder! ¡Si ya casi no comemos turrón en navidades!.¡Y no te lo pierdas:! ¡También hemos intentado tener Las Vegas!. Hemos importado el capitalismo atroz de los productos financieros dudosos (créditos subprimes) como lo más de lo más que al final eran un puñetero fraude. También a imitación de ellos, que tienen un presidente negro, hemos elegido a Rajoy, para estar negros con nuestro presidente. El presidente negro Obama consiguió que fluyera el dinero en USA como nunca, el presidente Rajoy consiguió que fluyese el dinero negro como nunca, eso sí, en sobre blanco con membrete del PP


Pero lo más alucinante es la importación del Halloween, una farsa-fiesta totalmente americana light y vacía, que viene a camuflar nuestro ancestral «día de difuntos» o el Samaín celta y todas las leyendas, tradiciones y ritos mágicos milenarios (levantamiento de paletillas, expulsar el aire de los difuntos, etc.) asociados a esa noche tan especial en la tradición cristiana (e incluso anterior). Noche de akelarres de brujas por excelencia, la sola mención de la noche de difuntos no hace tanto tiempo (60 o 70 años, no más) provocaba miedo, espanto y visiones de los espectros de la santa compaña, compañía o estadea, por ejemplo. Nuestra tradición debía de ser importante, puesto que visitantes de otro mundo acudían a nuestros caminos a celebrar esta fiesta. No hay más que repasar nuestra tradición oral que también recogieron algunos escritores para darse cuenta de lo que suponía esa noche. ¿Que nos aporta Halloween a cambio?, absolutamente nada, una carnavalada, cuatro niños y dos mayores gilipoyas que se visten de brujas y/o vampiros para supuestamente asustar....¡JAÑOWEEN! ¡Ah! se me olvidaba.... y el símbolo del JAÑOWEEN es la puñetera calabaza hueca.... ¡Lo que le hemos llegado a hacer a la entrañable Ruperta del un, dos, tres, responda otra vez para celebrar el JAÑOWEEN!



Con lo gilipoyas que nos hemos vuelto, estoy esperando ver la importación del día de acción de gracias o el 4 de Julio. Lo que me tiene intrigado es el motivo de tal importación.... ¡Que mas da!. Todo sea por imitar a los «yankies».

© FUNES 2014 

domingo, 19 de octubre de 2014

EL HOMO GILIPOYENSIS

La inteligencia, como la conocemos desde hace siglos, tiene los días contados, su extinción se avecina a pasos agigantados. Cada vez son más los individuos de esta nueva especie que se caracteriza por expresiones que denotan una comodidad suprema y una ausencia de chispa dignos del cerebro de la más pobre de las amebas o de los parásitos. Algunos estudios científicos, afirman que esta nueva especie, viene de serie con unos cuantos millones de neuronas menos.

Siempre se nos ha vendido que en el hombre radica la inteligencia superior de todas las especies, pero hoy en día, con el florecimiento del «homo gilipoyensis», esta afirmación hay que ponerla en duda, o por lo menos revisarla. Yo diría, sin miedo a equivocarme, que ahora, la inteligencia superior queda ubicada, como su nombre acertadamente indica, en los teléfonos inteligentes, y que el «homo gilipoyensis» no deja de ser un periférico más a disposición de la inteligencia del smartphone de turno.

Y lo cierto es que estos «homo gilipoyensis» son el fruto que hasta un imbécil de recapirote podría esperar como fruto de las nuevas tecnologías o también llamadas «de la información» que no consiguen del «homo gilipoyensis» más que el efecto contrario: estar perennemente desinformados, puesto que, según una de sus cantinelas preferidas y que repiten hasta la saciedad, «si no está en google, no existe». Lo curioso del caso es que estos individuos hace tres décadas, cuando las tecnologías de la información se pusieron al alcance de cualquier mortal de coeficiente intelectual medio, ellos afirmaban sin rubor «que eso de los ordenadores es para frikis». Pero hoy en día, si pierden su teléfono móvil, afirman «estar desnudos y desamparados frente al mundo»

¿En que me baso para afirmar la existencia del «homo gilipoyensis»?. Muy sencillo: en los 80, antes de que irrumpieran en nuestra vida esos dispositivos por los que babeamos en los escaparates (los móviles inteligentes) cualquier ser humano por lerdo o gilipoyas que fuese o por poca formación que tuviese era capaz de retener en su memoria (cerebral, no USB) una cantidad importante de datos: direcciones, citas, números de teléfonos, matrículas de coches, números de DNI, números de seguridad social, etc. Ahora, en la década de la información, como a muchos le gusta llamarle a nuestros días, que levante la mano quien es capaz de recordar cuatro números de teléfono. Yo solo recuerdo los que sabía en aquellos lejanos 80. El retroceso mental queda patente. Por cierto, la abundancia de individuos de esta especie es preocupante. No hay más que darse una vuelta por una tienda de móviles y fijarse en sus interminables colas y las conversaciones que mantienen los individuos de esta especie con los dependientes: ¿Pero es 3G o 4G?..... ¿Que más te da si el punto G ni siquiera les preocupa a las mujeres?. Muchas de esta especie creen que son los puntos para cambiar de móvil.

El «homo gilipoyensis» no necesita ni saber ni recordar nada, para eso está el móvil, google y la wikipedia. De hecho el mejor amigo del «homo gilipoyensis» no es el perro, como fue toda la puta vida, el mejor amigo es el smartphone Con estas premisas, un individuo de esta especie se cree que sabe de todo y todo es accesible a él en un par de segundos, se cree que no hay nada que se le resista. No escuchan a nadie, pues no tienen necesidad de ello, ya que todo está a su alcance y en pocos segundos.Así, la consecuencia es que el homo gilipoyensis tiene muy elevado el ego y tiene una alta concepción de si mismo, hasta que un día se ve sin conexión de banda ancha de internet y entonces recurre al vecino que siempre fue muy listo e inteligente pero gilipoyas y me hará lo que yo no soy capaz de hacer sin tener «la inteligencia de bolsillo» disponible.


Consecuencia de todo ello es el aspecto del «homo gilipoyensis». Son tipos escurridizos, difíciles de quedar con ellos a charlar o a tomar una caña, porque ellos eso lo hacen a través de las redes sociales, que es más moderno. Piensan ellos, con su ego crecido, que lo de ir a tomar los vinos con un colega es de pobres, de marginados socialmente que no pueden acceder a las nuevas tecnologías.... ¡Ni que fueran tan caras!. 

Si les pides una definición de si mismos, se tienen por mucha cosa, por gurús o ideólogos, careciendo absolutamente de humildad y no pocas veces se convierten en empresarios de supuesto éxito, para ellos mismos, claro. Y tiene su lógica, hace unos años no sabían hacer la O con un canuto ni con ayuda de compás. Las nuevas tecnologías les han puesto herramientas impensables para convertirse en triunfadores en su fuero interno, nunca se dan cuenta de que lo fácil para ellos también es fácil para los demás. Tienen su blog, donde el vulgo, el populacho los lee a ellos, creyéndose así gurús del conocimiento. Eso sí, es fundamental que el blog tenga corrector ortográfico propio, si no, la liamos. Por eso nunca acceden a sistemas de blogs en otros idiomas, ¡eso es para perdedores!.

Físicamente han de brillar, relucir, es decir, su «envoltorio» es inversamente proporcional al vacío que guardan dentro, sus gustos y aficiones han de ir orientados hacia lo que socialmente es aceptado como propio de un triunfador, aunque esos gustos y aficiones no les llenen en absoluto. Han de ir equipados «full-equip» con las últimas novedades en móviles y tecnologías de información incluso para su flamante BMW (ahora tener un mercedes es decadente), escuchar y tararear la música de moda, vestir a la última, y sobre todo, estar al día en la información (que salga en google o similares). ¡Ah!, se me olvidaba, su forma de hablar debe contener muchos acrónimos o siglas derivadas de su puesta a punto en nuevas tecnologías o «tecnologías de apirolamiento». Su máxima es: «cuanto menos me entiendan al hablar, más erudito me creo».


En cuanto a sus habilidades, además de que no saben hacer absolutamente nada, bueno, corrijo, saben molestar para que le hagan lo que ellos no saben hacer, está el dominio absoluto de las redes sociales, donde publican todos sus acontecimientos puesto que al considerarse gurús o ideólogos piensan que hay mucha gente pendiente de lo que les sucede. Si veis a alguién publicando en twitter o face (prefieren twitter que es mas chic) que le sale una espinilla a su perro, sin duda se trata de un «homo gilipoyensis» en acción. En las actividades del día a día, internamente no tienen problema por no saber hacer nada por si mismos, ya que si necesitasen algo, enseguida lo consiguen (piensan ellos). Una vez hablé con uno que me decía «¿que problema hay en no saber freír un huevo si hay un tutorial en youtube que te enseña como hacerlo?». Otro me preguntaba «¿sabes de donde bajarte el pdf de las instrucciones del papel higiénico scotex?». Todo lleno de razón afirmaba que «en la web de scotex no ponían ningún enlace». Otro individuo henchía el pecho al insinuar que «éramos un poco pardillos con lo del contagio del ébola que seguro que McAfee o Panda ya tenían el antivirus», «es más, continuaba, estoy seguro que detrás del ébola está alguna compañía de antivirus». Otro  individuo de esta especie «doctorado» en la universidad de la ingenuidad me preguntaba todo nervioso: «¿donde se pueden descargar los mapas del GPS para ir a tomar por culo?» «¿Y donde se puede descargar el último disco de freno?» Otro «avispado» tenía dudas de si se podía hacer la mili telemáticamente. Y otro que ya veía negocio, preguntaba como estaban las recalificaciones del suelo en el ciber-espacio. También otro afirmaba que existía una app que permitía hacerse un selfie de espaldas... si, claro, un espejo. Pero el más gracioso sin duda fue el que me preguntó de que web se podía actualizar el firmware de un boli bic de 4 colores para que también escribiese en blanco. Decía que lo necesitaba para poder detectar el dinero negro, por lo que pudo leer en google, en el dinero negro solo se puede escribir con boli blanco.


Su máxima aspiración es el llamado «botón rojo», eso sería la panacea. Un botón en el móvil para hacer exactamente y sin explicaciones lo que tienen en mente. Por ejemplo, un documento que tenemos en papel, hay que mandarselo por e-mail a un grupo de contactos que no tenemos todavía agrupadas. La función del botón rojo en este caso sería que el móvil inteligente hiciese todo el trabajo agotador para el individuo de esta especie. No se dan cuenta de que una vez que existiese ese botón rojo dejarían de ser «los más mejores» y todos seríamos iguales. Eso sin contar con lo que pasa por la mente de algunos, que por la de los de esta especie no pasan más que amebas y protozoos pero hay con mentes corrosivas por ahí sueltos. ¿Quien dijo que con la humanidad no iba acabar un botón rojo?