Desde hace ya tiempo, y no como piensan muchos desde el éxtasis del gol de Iniesta, España vive un proceso de trascendentalidad, espiritualidad y «orientalización» creciente, que en la actualidad, vive sus momentos más álgidos desde que Dios con su Gracia y salero, vamos con su coña divina, nos colocó, en plan mofa, a un enano a caballo para gobernarnos durante 40 años ininterrumpidos. (¡menuda Gracia! ¡la de Dios!). No en vano, en la actualidad, en ese proceso de trascendentalidad y «orientalización» hemos dado un paso muy importante y decisivo: hemos nombrado a nuestro propio Dalai-Lama en la persona de Mariano Rajoy, que es mongol, y aunque, lo que pretenda este proyecto de espiritualidad sea convertir España en un Tíbet europeo, vamos, una especie de Eurovegas del espíritu, ya es un grandísimo logro del copón que la mayoría absoluta de los españoles sepamos que Mongolia está en oriente, aunque quede un poco en casa cristo en comparación con el país de los Lamas. Y es que la LONCE (la ley Wert de los cojones) es lo que tiene: informa pero no educa y, claro, la gente no se centra.
El Dalai-mama español |
Efectivamente, hay alguna excepción, como el brazo incorrupto de Santa Teresa, el cuerpo incorrupto de Sor María Jesús de Agreda, Santa Minia de Brión, o el beato Sebastián de Aparicio y algún que otro mal llamado santo, pues al no haber sufrido la corrupción, no pueden llegar a trascender al plano espiritual.
Beato Sebastián Aparicio |
Pero este plan concienzudo de «espiritualizar» España tiene otros frentes. Ha sido largo el camino, sesudos los estudios y recalcitrantes los esfuerzos por conseguir que nuestro país siga aquellos razonamientos de ciertas escuelas filosóficas de la antigua Grecia que afirmaban que el trabajo envilece el alma inmortal del hombre. Pues en la España de hoy, hemos peleado duro para conseguir que casi seis millones de ciudadanos de a pie, no trabajen, pese a estar en edad de hacerlo, y consigan así un plano espiritual más elevado de acuerdo a estas enseñanzas de la antigua Grecia. Pocos o ningún país lo han logrado, pero este logro espiritual y de bienestar del alma ha sido difícil de conseguir. No era nada fácil invertir en paseos e infraestructuras lúdicas los fondos de cohesión que Europa nos asignó en el pasado, mientras otros países con mentes mucho más materialistas se preocupaban vilmente de insuflar esos mismos fondos que ellos recibían en inversiones en su sector productivo. Como vulgarmente se dice, se preocuparon únicamente del vil metal. Hay que reconocer que el autor de la original idea española era todo un visionario, pues fue capaz de ver la necesidad de paseos, entretenimiento y ocio para una población que ya no trabaja, pues busca la espiritualidad entregada a la vida contemplativa, a diferencia de la población del resto del mundo que sigue empeñada en la busca de las posesiones materiales.
En la actualidad, la mayoría de los españoles piensa más en la espiritualidad y trascendentalidad que en los bienes materiales o el dinero. Es así como, consecuentemente a estas preocupaciones idílicas, la pobreza es uno de los rasgos distintivos de la población de nuestro país, y nuestro gobierno, en consecuencia, hace todos los esfuerzos incluso sobrehumanos para garantizar esa querencia de la población espiritual por la pobreza. Así surgieron leyes tan exitosas como las de los actuales impuestos que consigue que la población se tenga que preocupar cada vez menos por su dinero, las reformas laborales para que cada vez menos gente se tenga que preocupar por su trabajo, y un sinfín de normas y decretos encaminados a la preferencia de la población: la pobreza para enaltecer el espíritu.
Tampoco la justicia española ha escapado a esa «new age» de espiritualidad y trascendentalidad, liberando y concediendo el perdón a todos aquellos «diablillos» infelices que permanecían retenidos por la aplicación de la doctrina PAROT, entre los que se encuentran, ¡pobrecillos!, asesinos, violadores, terroristas, pedófilos e incluso aquellos que causan graves daños al medio ambiente, como el caso del PRESTIGE o a los, otrora, malnacidos pirómanos. La justicia española se ha trasnformado, ha dado un giro de espiritualidad, con un halo de misticismo y considerando que «solo Dios puede hacer justicia, que nosotros no somos quienes de juzgar a un igual».
Después de todos estos argumentos, si a alguien todavía le quedan dudas de nuestra elevada espiritualidad que repase hechos puntuales que la reafirman: la ley anti-tabaco más restrictiva de toda Europa ya que este vicio tan material no es compatible con la espiritualidad, la ley del aborto, paso previo al necesario «prohibido follar» de una sociedad espiritual con instintos tan sublimados, el nombramiento de Rouco Varela como cardenal, abanderado de la espiritualidad envuelta en oropel y papel moneda y la recién parida «ley de seguridad» que permite que los seguratas de toda la vida se conviertan en nuestros ángeles de la guardia.
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